SAN SEBASTIÁN INSÓLITO
Hay un jardín en San Sebastián que
sirvió de campo de tiro en la Guerra Civil. Un imponente y fantasmagórico
monumento de piedra se levanta al norte de Burgos. ¿Qué relación guardan?
29.05.10 - 02:30 -
GONTZAL LARGO INFO@GONTZALLARGO.COM |
Para qué engañarse: la historia
tiene mucho de rocambolesca. ¿Cómo si no se podría explicar que un espacio que
llegó a ser venerado por la doctrina franquista, tan dada a las entronizaciones
de momentos, lugares y personas, acoja un parque de juegos infantiles y un
mingitorio público? El sitio en cuestión es el actual Parque de Araba, vecino a
la plaza del Centenario, y parcela de transición entre el San Sebastián del
ayer (el construido a principios del siglo XX) y el ensanche de Amara, nacido
cincuenta años después.
Allá por 1962, en una sesión del
Pleno del Ayuntamiento de San Sebastián, la arboleda fue bautizada por vez
primera pero no con la denominación actual, sino con otra que, tal vez, pocos
donostiarras recuerdan: «Parque de la Columna Sagardía». Estamos en pleno
período dictatorial y al batallón de calles de la ciudad que habían sucumbido a
la ideología reinante -la Avenida de la Libertad rebautizada como de España; el
Paseo Nuevo, como de José Antonio Primo de Rivera.- se sumó este espacio recién
creado. ¿Por qué ese nombre? Según se lee en el acuerdo resultante de esa
reunión: «para perpetuar el recuerdo de los componentes de la citada Columna
que, en el lugar en el que hoy se emplaza dicho parque, aprendieron el uso de
las armas que más tarde empuñarían con decidido arrojo (.) en la Guerra de la
Liberación (.)».
Recordemos lo que ya se ha escrito
en numerosas ocasiones: allá por los años 30, el Parque de Araba y todos los
terrenos situados al sur -lo que hoy sería Sancho el Sabio- eran una vasta zona
de marismas a medio domar. Aunque la canalización del Urumea, sucedida diez
años antes, había puesto algo de orden en estos terrenos indómitos, -apenas
habitados por unos pocos caseríos y algún molino de marea-, Amara Nuevo seguía
siendo un vergel campestre, casi virgen e ideal, incluso, para cazar. Así, es
lógico que en el alba de la Guerra Civil, la zona fuera utilizada como modesto
campo de maniobras.
¿Qué fue la Columna Sagardía?
¿Quién fue el hombre que le dio nombre, el General Sagardía? Resumiendo
muchísimo: Antonio Sagardía Ramos era un militar maño nacido en 1879. Cuando
explotó el Golpe de Estado del 36, Sagardía se encontraba en Francia, acogido a
la Ley Azaña que permitía retirarse prematuramente a aquellos Altos Mandos del
Ejército que no querían 'servir' a la II República. Cuando los Nacionales
fracasaron en la primera toma de San Sebastián, Sagardía acudió a Pamplona,
donde fue nombrado Segundo Jefe de las tropas que tomarían Gipuzkoa. Dos meses
después, San Sebastián ya no estaba en guerra: había sucumbido a los ataques de
los golpistas. Fue entonces cuando a Sagardía se le encomendó una misión:
organizar una columna con voluntarios vascos, navarros y riojanos que marcharía
a luchar, inicialmente, al norte de Burgos. Lo hizo y fue en la Bella Easo
donde el General organizó las fuerzas disponibles, el armamento y los Cuadros de
Mando. Fue aquí, en los terrenos del actual Parque de Araba, donde el batallón
de 750 hombres recibió instrucción militar.
Poco después, la Columna Sagardía
marcharía a Burgos: tenían que defender una línea de 80 kilómetros en los
llamados Páramos de La Lora, desde Revilla de Pomar hasta Bricia. De ellos
dependía que las fuerzas republicanas no atacaran Burgos capital desde el
Norte. La Columna cumplió su cometido con éxito (y un número considerable de
bajas), lo que no pasó desapercibido para la maquinaria propagandística del
Franquismo que no tardó ni un año, desde el final de la guerra, en levantar un
monumento en honor a la citada Columna. Se trata de una impresionante crestería
de mármol blanco y negro que, literalmente, asusta a aquéllos que conducen por
la carretera N-623, rumbo sur tras superar el puerto del Escudo. El gigante de
piedra todavía sigue ahí. Si el paisaje no es ya lo suficiente fantasmagórico
-un páramo pelado e inhóspito-, el mortuorio homenaje contribuye a multiplicar
los efectos de la lúgubre atmósfera: la reliquia está descuidada, maltrecha,
olvidada y pintarrajeada con soflamas a favor y en contra del fascismo. En una
de sus baldosas se aprecian los orígenes donostiarras de sus autores.
En 1940 se editó el libro
autobiográfico de Sagardía, 'Del Alto Ebro a las Fuentes del Llobregat. Treinta
y dos meses de guerra en la 62 División' que, como expresa el título, recuerda
sus experiencias al mando de la Columna que comandó. En el prólogo-dedicatoria,
deja bien claras sus intenciones: «Les prometí a mis muchachos dos cosas para
realizarlas al final de la guerra: un monumento y un libro. El monumento ya
está elevado en tierras de La Lora, tan pródigamente regadas con su sangre. El
libro es éste que he trazado con mis recuerdos.»
Sagardía murió en Madrid en
1962. Franco duró un poco más, hasta 1975 y tuvieron que pasar cuatro años
desde el fallecimiento del dictador para que el Parque de la Columna Sagardía
dejara de existir, al menos nominalmente, en San Sebastián. El 9 de julio de
1979 recibió su título actual, «en homenaje a la provincia de Araba».