Presentación del libro LA SIMA Indice Seis niños y una embarazada a 50 m. bajo tierra
(LLamada en portada a la página de la noticia)
En Legarrea, El crimen de los Sagardia
Tras casi 80 años de
silencio y cobardía, el estremecedor crimen de la familia Sagardia Goñi
comienza a ver la luz. Una mujer embarazada y seis de sus siete hijos, según
rumor popular, fueron arrojados a la sima de Legarrea en agosto 1936.
UN REPORTAJE DE LOLA CABASÉS HITA FOTOGRAFÍAS CEDIDAS
POR JOSÉ MARI ESPARZA ZABALEGI
Sábado,
2 de Mayo de 2015
Familiares junto a las asociaciones memorialistas piden al
Gobierno de Navarra la reapertura de un caso tremendo de la Guerra Civil
ocurrido en el pequeño municipio de Gaztelu durante el mes de agosto de 1936.
Una familia integrada por la madre, Juana Josefa Goñi Sagardía, embarazada de
siete meses, y seis de sus siete hijos “desaparecieron” de la noche a la mañana
y durante los casi 80 años que han pasado desde entonces el más que rumor local
habla de un crimen execrable: la familia presumiblemente fue arrojada a la sima
de Legarrea, en Gaztelu, mientras el marido y padre, Pedro Sagardía Agesta, que
se alistó al Requeté, estaba encarcelado y el hijo mayor, José Martín
(fallecido en abril de 2007 en Pamplona) trabajaba fuera del pueblo.
La historia de la familia Sagardia Goñi ve ahora la luz
gracias a las investigaciones que se llevan realizando desde hace varios años,
a la publicación del libro La Sima. ¿Qué fue de la familia Sagardia? de José
Mari Esparza Zabalegi y a la demanda de exhumación emprendida por la Asociación
de Familiares de Fusilados de Navarra (Affna 36) y el interés de la propia
familia, residente en Gipuzkoa y en pueblos navarros, por aclarar los hechos.
Estas averiguaciones, los testimonios de la primas de
aquellos niños arrojados a una sima y el análisis del sumario Causa 167
(abierto y cerrado en tres ocasiones entre 1937 y 1946) abre nuevas
perspectivas para conocer lo que pasó realmente y cuáles fueron las causas de
“uno de los crímenes más horrorosos cometidos al amparo de una guerra civil que
armó a la población civil, la envalentonó y le dio pie a cometer atrocidades
como ésta sin que, como parece, hubiera una motivación política al uso de aquel
tiempo, salvo por el hecho de que tuviera un cuñado rojo”, apunta el autor del
libro José Mari Esparza, editor, fundador de la sociedad Altaffaylla, de la
Asociación de Familiares de Asesinados Navarros, de la editorial Txalaparta y de
la Fundación Euskal Memoria.
El pasado diciembre, Affna36 pidió reabrir este caso y
encargó a la Sociedad de Ciencias Aranzadi los estudios previos con la
finalidad de exhumar la sima de Gaztelu e intentar localizar los restos de esta
familia. De este modo, se pretende cerrar un ciclo de luto y terror, y aclarar
una historia que ha marcado durante 80 años al pequeño municipio de Malerreka.
Cuando los especialistas de la citada sociedad científica se adentraron en la
sima, se toparon con los restos humanos del joven de Legasa Iñaki Indar,
desaparecido en marzo de 2008. Este hallazgo ha conllevado precintar la sima
momentáneamente pero, también, a acelerar que salga a la luz las indagaciones
que se estaban haciendo para esclarecer los hechos de 1936 en torno a la
familia Sagardia Goñi.
José Mari Esparza, que el próximo martes presentará el libro
en el transcurso de un acto que contará con la presencia de familiares de los
Sagardia Goñi asesinados, comentó ayer que la sociedad Altaffaylla publicó los
primeros datos del crimen de Gaztelu en el libro Navarra 1936 de la esperanza
al terror, un asunto sobre el que había indagado José María Jimeno Jurio,
precisó Esparza. Añadió el escritor que al volver a comentarse el suceso,
retomó la documentación recopilada con entrevistas a los familiares que aún
viven, la revisión del sumario y con conversaciones mantenidas con vecinos de
Gaztelu y Donamaría, con miras a publicar el libro que ahora verá la luz.
La Sima. ¿Qué fue de la familia Sagardia?, confiesa Esparza,
“es el libro que más he dudado en publicar, pese a tener datos recogidos desde
hace más de tres décadas. Lo creía demasiado lacerante para una entrañable y
pacífica aldea navarra. Pero la reciente aparición de un nuevo asesinado en el
fondo de la sima, la presión de las asociaciones de la Memoria Histórica y el
conocer de cerca a los familiares de las víctimas, ha terminado por animarme”.
Pero hay más. A Esparza “también me ha impulsado el hecho
bochornoso de que la sima continúe siendo un vertedero. Los familiares de los
Sagardía han solicitado llegar hasta el fondo y espero haberles alumbrado el
camino”. Y es que, como reconoce el autor y muchas personas que ven en la
recuperación de la memoria una catarsis colectiva, “pretendemos acercarnos al
fondo de la sima y de la historia, con la pretensión de que, por terrible que
sea, la luz actúe como bálsamo y sane una herida todavía abierta”. Una sima de
50 metros de profundidad que hoy es un vertedero con troncos, basuras, animales
muertos y hasta electrodomésticos que acumulan metros y metros de basura debajo
de la cual podrían estar los restos de esta familia, si es que no fueron
previamente calcinados.
SILENCIO CÓMPLICE
El crimen de los Sagardia Goñi ha permanecido durante 80 años bajo un manto de
silencio. Si se buscó explicaciones a lo ocurrido, quedaron ocultas por el
silencio de los vecinos. Nadie, o mejor muy pocos, quisieron hablar y primó el
tabú impuesto por una dictadura poco amiga de esclarecer vergüenzas y venganzas
que manchaban la imagen del régimen franquista. Pero lo cierto es que está
documentado que el 30 de agosto de 1936, Juana Josefa Goñi Sagardia, embarazada
de siete meses, desapareció con seis hijos menores de edad. Este hecho, según
recoge José Mari Esparza en su libro, estuvo precedido de un batzarre del
pueblo que acordó expulsar a la familia del mismo tras la acusación de que
protagonizaban “pequeños hurtos en las huertas”. Hurtos y robos que
probablemente continuaron tras su desaparición.
Esparza reconoce en su libro que al principio “siguiendo los
pasos preliminares que había dado José Mari Jimeno Jurío, tan solo pudimos
hilvanar cuatro retazos de los registros municipales: en 1919, el casamiento de
Pedro Antonio Sagardía Agesta y Juana Josefa Goñi Sagardía, que tuvieron ocho
hijos: los dos primeros, José Martín y Joaquín, en Donamaria, y los otros seis,
Francisco Javier, Antonio, Pedro Julián, Martina, José Mari y Asunción, en
Gaztelu, donde tenían fijado su domicilio. Los primeros días de la guerra
desapareció la madre con seis hijos”. En La Sima. ¿Qué fue de la familia
Sagardia se desvela la documentación existente sobre los avatares de esta
familia cuyo padre, Pedro Sagardía Agesta, de 46 años de edad, natural de Oiz,
y vecino de Gaztelu (Navarra), carbonero de profesión, se enroló en el frente
de guerra con el Tercio Santiago (requeté) y con su familia en paradero
desconocido. Estando en el frente y al no tener noticias del paradero de los
suyos, el 2 de agosto de 1937 pidió permiso para regresar a casa y buscar a su
familia.
Recoge Esparza el relato del propio Sagardia “en la larga y
estremecedora denuncia presentada en el juzgado de Pamplona” en 1937. Un extracto
de la denuncia dice que “el año pasado 1936, a principios del mes de agosto, se
hallaba el denunciante trabajando en los montes de Eugui, cuando recibió aviso
de su mujer, que acudiese al pueblo de su residencia, Gaztelu, pues había sido
conminada por la Autoridad para abandonar la casa y pueblo. La familia, que al
entonces estaba en Gaztelu habitando la casa llamada Arrechea, estaba compuesta
por su mujer Juana Josefa Goñi Sagardía de 38 años y los hijos de ambos:
Joaquín de 16 años; Antonio de 12; Pedro Julián de 9; Martina de 6; José de 3 y
Asunción de 2 (en realidad la pequeña tenía año y medio)”.
Añade Sagardía que “cumpliendo el ruego de su mujer, el
denunciante acudió a Gaztelu más no le fue permitido entrar en el pueblo, y la
guardia que había entonces en él (como ocurrió en casi todos los pueblos, por
efecto de la reciente iniciación del Movimiento Salvador de España), formada
por elementos del mismo pueblo, le detuvo, y sin consentirlo ver a su familia,
que todavía se encontraba en casa, le llevó detenido a Santesteban,
entregándolo a la Guardia Civil. Debe hacer constar que haciendo dicha guardia
en el pueblo había mucha gente y entre ellos recuerda al alcalde de Barrio
Melchor Alzugaray y Agustín Irurita, que fueron los que le condujeron detenido
a Santesteban. Además, recuerda a un tal Pedro cuyo apellido no recuerda, pero
que habita y es dueño de la casa llamada Cominea, y así mismo los dueños y
habitantes de las casas llamadas Larretoa y Michenea, y también recuerda a
Agustín Gragirena, y otros varios que en este momento no puede precisar. Ya en
Santesteban, entregado a la Guardia Civil, fue allí detenido sin explicación de
la causa de su detención, ni prestación de declaración alguna, alrededor de
unos seis días, siendo después puesto en libertad, y se le ordenó por el
sargento de la Guardia Civil comandante del puesto, no acudiese de ninguna
forma a Gaztelu y que se marchase, y cumpliendo esta orden se fue a Eugui,
donde continuó su trabajo. Pocos días después, pero dentro desde luego del mes
de agosto, recibió carta de su mujer pidiéndole dinero, que yo atendí
remitiéndolo con un tal Martín Gubia, del mismo Gaztelu, (que en la actualidad
es muerto en la guerra) quien pocos días después se lo devolvió, manifestándole
que su familia no se encontraba en Gaztelu. En estas condiciones continuó su
trabajo, hasta el mes de octubre”.
Sagardia continuo la búsqueda por varias localidades
navarras y hablando con conocidos de la familia sin lograr información. Añade
en su denuncia que “Doña Teodora Larraburu, vecina de Gaztelu e íntima amiga de
su mujer, le manifestó que el último domingo de agosto (1936) fue el último día
que vio a la Juana Josefa. Que anteriormente a este día la familia, cumpliendo
lo que se le había mandado, salió de casa con algo de ajuar instalándose en el
monte, hacia el linde de los términos de Santesteban y Legasa (construyéndose
una choza para cobijo), lugar en cuyas proximidades existe una sima. Le
manifestó que ese domingo de agosto, por la noche, oyó tiros en el monte y que
en la mañana siguiente la choza había ardido. Desde esta fecha no tiene noticia
alguna, a pesar de ser su mejor amiga, y asegura que en la conversación que con
ella tuvo, nada le dijo de intenciones de ausentarse”.
SOSPECHAS Las
dudas y sospechas eran patentes. Concluye la denuncia indicando que “los
familiares que tiene por aquellos alrededores que pudieran tener noticias, y
tampoco saben nada del paradero, oyendo en cambio muchos rumores, son: En Oiz,
el padre y la hermana del firmante; en Santesteban, la hermana de la mujer del
firmante llamada Petra Goñi. Ante todas estas manifestaciones y prometiendo
alegar ante el Juzgado cuantos datos pueda ir adquiriendo que puedan dar alguna
luz o noticia respecto a este asunto anuncia que fija su residencia en Oiz
(Navarra) en el domicilio de su padre”. Falleció en el Hospital de Navarra en
1942, a los 52 años de edad.
José Mari Esparza se aventura a analizar las causas que
llevaron a Pedro Sagardia a alistarse. O bien que fuera un txoriburu, algo poco
probable, y otra hipótesis es que Pedro “fuera una persona amenazada y
perseguida (ya había sido acusado y detenido arbitrariamente) y buscara salvar
su pellejo de la misma manera que muchos navarros lo hicieron en aquellos
primeros meses del Glorioso Alzamiento, cuando era más seguro ir al frente de
batalla, que esperar en la retaguardia a que te fusilaran”.
Continua La Sima. ¿Qué fue de la familia Sagardia?” con
todos los pasos dados en la investigación del crimen. Relata cómo se reanudan
las investigaciones judiciales y se admiten a trámite hasta en dos ocasiones
más probablemente por el parentesco familiar con el coronel franquista Antonio
Sagardia Ramos, tío de Pedro, quien habría llegado a amenazar con “arrasar
Gaztelu” y cuyas “gestas” en el bando golpista se aluden en el libro. La
publicación de José Mari Esparza recoge las declaraciones de las diferentes
personas que fueron llamadas a declarar, así como las identidades y
circunstancias en las que un vecino de Legasa reconoció que Juana Josefa Goñi y
sus hijos habían sido acorralados con teas de fuego y conducidos hacia la sima.
Una historia estremecedora sobre la que se aporta ingente documentación,
cronología, documentos gráficos e incluso posibles motivos derivados de la
envidia, de la belleza de Juana o del cuestionado buen nombre y honradez de la
finada.
Presentación del libro LA SIMA Indice Seis niños y una embarazada a 50 m. bajo tierra